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Realismo pictórico (página 2)




Enviado por luis martinez



Partes: 1, 2

Mientras Augusto Compte elaboraba la
filosofía del Positivismo, quien estima que la
única fuente de conocimiento es la observación y la
experiencia, tenían lugar una serie de descubrimientos
científicos que fomentaron la formulación de una
doctrina optimista, la del progreso social. En vez de
soñar con la mejoría de la vida, hay que especular
partiendo de la realidad. El hombre es representado en sus tareas
normales y el tema de la fatiga se convierte en motivo de
inspiración.

Quienes mejor manifiestan este cambio son
los paisajistas de la Escuela de Barbizón, que a
través del paisaje transmitieron la conquista de la
realidad. La escuela fue creada por Rousseau y la integraron un
grupo de artistas que se propusieron construir un tipo de pintura
diferente. Realizaron un estudio objetivo y directo de la
naturaleza plasmando los sentimientos que ésta les
despertaba. A ellos les debemos el inicio de la práctica
de pintor al aire libre, pues tomaban sus apuntes directamente de
la naturaleza y luego ejecutaban sus obras definitivas en el
estudio.

Jean François Millet
(1841-1875), hijo de campesinos pobres, fue uno de los
máximos representantes de la Escuela de Barbizón.
Se distinguió como paisajista, pero en sus paisajes no
olvida nunca a los campesinos, humildes, cabizbajos, pesimistas y
redimidos por el trabajo. Es el mejor intérprete de la
vida campesina y del hambre y la miseria que éste trae
consigo. Contempló de cerca la situación en la que
vivía, pero no la denunció en sus pinturas, sino
que la representó tal y como era, plasmó la
realidad. Sus obras más características son Los
Gavilladores, El Ángelus, Los canteros, La costurera, La
colada y Las espigadoras.

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En esta última, muestra el trabajo
rural, pero haciendo hincapié en lo social. Tres
campesinas ataviadas con la vestimenta típica normanda
recogen inclinadas los restos de la cosecha, el trabajo
más duro y menos reconocido entre las tareas rurales. Sus
posturas reflejan la fatiga que provoca su labor. Los personajes
se sitúan en primer plano elevándolos a la
categoría de héroes y la iluminación infiere
dramatismo a toda la escena.

Las pinturas de Gustave Courbet
(1819-1877) suscitaron enormes polémicas por su
selección de temas vulgares como Un entierro en Ornans
(1849) y por sus ideas pragmáticas sobre el arte. Ornans
es su pueblo natal. Este entierro es una de las obras en las que
más claramente aparece una manera nueva de ver la
realidad. El tema se podía haber tratado solemnemente,
pero lo hace de forma peculiar, es un cuadro desolador. Se trata
de un entierro en un pueblo al que asisten los aldeanos y el
clero y apenas hay diferencias entre ellos, en un intento de
hacer crítica. Al contrario que en los cuadros que
representan entierros y en los que está presente lo
religioso invocando el más allá, aquí todo
es deprimente, no se espera ni se cree nada.

Una de sus obras más significativas,
que denotan el modo de ser del autor, es El Taller (1855). Aquel
año, no siendo admitido por el jurado en el Salón,
inauguró una exposición particular paralela a la
Exposición Universal y allí exhibió su
enorme lienzo. En el cuadro resume su mundo social. Courbet
aparece en el centro dando los últimos retoques a un
paisaje de su tierra natal, un muchacho mira como pinta y
detrás del artista está su musa, un bello desnudo
de mujer que personifica sus modelos vivientes. A la derecha, sus
amigos, los artistas, y a la izquierda, los miserables y quienes
viven explotando su miseria.

Otras obras son Buenos días,
señor Courbet (1854), Jóvenes a orillas del Sena
(1856-57), La Siesta (1866), Mujer en las olas (1866), Las
Bañistas (1853). Cultivó el desnudo femenino con
gran libertad e incluso a veces con total impudor. Su trayectoria
artística se mezcla con su actividad política,
llegando a ser director de Bellas Artes durante el periodo de La
Commune de 1871. Al término de esta experiencia
revolucionaria tuvo que exiliarse en Suiza, donde falleció
en 1877.

Si Millet se muestra conformista con la
realidad que le toca vivir, Honoré Daumier
(1808-1879) se muestra crítico y satírico. Se fija
en la sociedad y en determinados grupos sociales,
poniéndose al lado de los desfavorecidos. Algunos de sus
temas evocan el mundo de la marginación como Los presos y
Los mendigos. En El vagón de tercera clase
reivindica la dura vida de las clases populares en las grandes
ciudades. La ternura que despiertan los personajes en el
espectador contrasta con la sofisticación industrial del
tren.

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En El baño de las muchachas, los
personajes son mujeres que se bañan en el Sena, en plena
ciudad. Es una imagen patética. Aparece una muchacha que
se moja los pies acompañada de una serie de personajes
amorfos, casi sin facciones ni rasgos que representan
trabajadores. Sus vidas se limitan al trabajo, el esfuerzo los
deforma y les roba su identidad.

También fue un gran difusor de la
caricatura, mediante la que hacía críticas mordaces
a la sociedad y al gobierno de Luis Felipe de Orleáns, lo
que le costaría la cárcel

Los artistas realistas

Gustave Courbet (1819-1877) es el
pintor realista que mantiene un compromiso político
personal más firme. Como Delacroix, cree que la pintura es
un instrumento muy eficaz en la lucha para defender sus ideas.
Sin embargo, Courbet se distancia clarísimamente de sus
predecesores en la forma de entender el arte.Courbet rechaza la
realidad que le rodea, pero, en vez de huir, lo que haces es
mostrárnosla en toda su crudeza para que compartamos con
él los mismos sentimientos de rechazo y, en consecuencia,
reaccionemos en contra.

Jean-François Mollet (1814-1875)
es una de las figuras más discutidas del
realismo
francés. Su pintura tiene un atractivo indudable que le ha
hecho ganar el favor del público. Sin embargo,
críticos e historiadores le han acusado de traicionar el
verdadero espíritu realista porque endulza en exceso la
vida de los campesinos –su gran tema- para hacerla
aceptable al gusto burgués.

Honoré Daumier (1808-1879) es
otro de los grandes del arte realista. Era pintor,
escultor y caricaturista, y en todas sus facetas se mostraba como
un observador agudo de la realidad dispuesto a criticarla con
dureza, aunque también con un punto de
ternura.

 

 

Autor:

Luis Martínez

Partes: 1, 2
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